cuando el niño pequeño vive acontecimientos «felices», se liberan endorfinas («elementos químicos de recompensa», los opiáceos naturales del cerebro). Las endorfinas estimulan el crecimiento y la conexión de las células nerviosas. Por el contrario, estudios con animales han demostrado que los niveles crónicamente altos de hormonas de estrés como el cortisol provocan el encogimiento de importantes centros cerebrales.