El siglo xix fue testigo de un acalorado debate sobre este asunto, protagonizado durante décadas por dos figuras extraordinarias de la historia de la medicina, el pionero microbiólogo Louis Pasteur y el fisiólogo Claude Bernard. Pasteur insistía en que era la virulencia del microbio la que decidía el curso de la enfermedad, mientras Bernard sostenía que el factor más importante era la vulnerabilidad del huésped.