En el hotel convivían los maoístas con los prosoviéticos, los procubanos con los proalbaneses, los yugoeslavos con los comunistas europeos, y todos con los extranjeros antichinos, que era como llamaban a todo el que criticara el gobierno de la República Popular. También, por supuesto, había anticomunistas; y luego estaban los peores, la tenebrosa mezcla de anticomunistas y antichinos. La cosa no terminaba ahí, claro, porque también había anarquistas españoles, trotskistas italianos, uno que otro loco de manicomio y no pocos oportunistas que sólo estaban allí por dinero.

