La construcción que habían visto no se parecía en nada a la que él guardaba en su recuerdo, y estaba dispuesto a apostar aunque perdiera que Gaudí, si volviera a la vida, si saliera de su tumba con las magulladuras y las cicatrices del tranvía que lo mató, se plantaría con espanto frente al proyecto más importante de su vida y diría: «¿Pero qué han hecho con mi iglesia?».

