«Usted odia a los tiranos», le decía a Fausto. «Ahí es donde nos encontramos usted y yo. A los campesinos los están matando a una hora de aquí, a dos horas, y nosotros recitando poemas. Y yo le digo, joven: si esos poemas no sirven para combatir, lo más probable es que no sirvan para nada.»

