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November 20 - December 14, 2022
habían vivido tantas cosas juntos, y tan distintas de las que habrían debido vivir, que desde muy jóvenes se tuvieron esa lealtad especial: la de quienes saben que su vida es incomprensible para los demás, y que la única manera de ser felices es aceptarlo sin sublevarse.
Centro Republicano Español. Lugares parecidos se habían fundado en toda América Latina, de Ciudad de México a Buenos Aires, lo cual haría pensar a muchos que los verdaderos ganadores de la guerra civil española eran los latinoamericanos: cientos de exiliados de la guerra —artistas o periodistas, actores o editores o novelistas— trajeron su trabajo y su talento, y el continente nunca fue el mismo.
campaña económica con la que Mao Tse-Tung había emprendido la transformación del antiguo sistema agrario en una sociedad de comunas, hizo exigencias tan desmedidas a los campesinos, y los obligó a esfuerzos tan insensatos y a resultados tan irreales, que millones acabaron muriendo de hambre
Mao había ordenado la colectivización de los cultivos, prohibido los intentos privados y perseguido a quienes insistieran en ellos con la peor de las acusaciones: contrarrevolucionarios.
contaminación burguesa, por supuesto, un riesgo para la mentalidad de un joven revolucionario, pero se ponía un suéter de lana en los hombros y se subía a un bus de treinta pasajeros y se iba a visitar la Gran Muralla, o la Ciudad Prohibida, o el Palacio de Verano, y, allí, abrazado a su madre, posando para una foto junto a su padre, viéndolos unidos de nuevo y alejados del fantasma de la separación, no lograba evitar un repugnante sentimiento de felicidad. Uno
Después de varias entrevistas con los dirigentes, el partido encomendó a Fausto una misión especial: desarrollar un material didáctico, artístico y literario, que usara los principios de su ideología (el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse-Tung) y los aplicara a la realidad colombiana.
explicaron que el café era un estimulante y por lo tanto una droga, y que un comunista verdadero no se drogaba nunca.
«Los enemigos nos definen más que los amigos»,
querían saber todo, absolutamente todo, de China y de Mao y de la Revolución Cultural, y querían saber si el proletariado era tan feliz como se decía, y si era tan heroico. «¿Es verdad?», le decían. «¿Es verdad que están rompiendo con el pasado feudal, con miles de años de historia? ¿Es verdad que eso se puede?»
Sergio pensó en los hombres y las mujeres humillados en público, las cabezas bajas, los sombreros de un metro de alto que acusaban a su portador de complicidad con el capitalismo, los letreros colgando de sus cuellos con otros cargos en letras grandes —déspotas, terratenientes, simpatizantes del enemigo, elementos de las pandillas contrarrevolucionarias—, y recordó los museos y los templos arrasados por multitudes violentas y las noticias de fusilamientos que llegaban del campo, de las que sólo se enteraban muy pocos.
La lucha armada se le había convertido en una rutina obscena: ganar la confianza de los campesinos para llevar a cabo operativos de guerra, y contemplar cómo las víctimas de los operativos, a la larga, eran los campesinos cuya confianza habían ganado. No, la revolución no podía ser esto.

