More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
I was the city that I never wanted to see, I was the storm that I never wanted to be. GERSEY, Endlessness
«No puedo permitirme que me vean contigo.»
Estoy bastante seguro de no haberme fijado en ella antes de lo de Lydia. Ahora me pregunto cómo ha sido posible.
Todas las acciones tienen un origen emocional —comienza a explicar mi amiga—. Aunque siempre se dice que hay que reflexionar para tomar una decisión sensata en lugar de escuchar lo que dice el corazón, al final todas las decisiones están guiadas por sentimientos, de ahí que no sean racionales.
Porque en este mundo nadie se interesa por ti si no tienes dinero.
En Oxford tampoco puedes prohibirle hablar a alguien. A lo mejor tendrías que acostumbrarte a que te lleven la contraria o familiarizarte con la idea de que te rechacen. Con lo cual tampoco tendrías que tener ningún problema, a fin de cuentas sigues siendo rico y el mundo se interesa por ti.
Procuro ignorar el hecho de que es realmente guapa. Nunca había visto una cara como la suya: su nariz respingona no encaja con el gesto orgulloso que rodea su boca, sus ojos de gato no casan con las pecas que cubren su nariz, y tampoco el flequillo recto con su rostro en forma de corazón. Pero, sorprendentemente, todo se ajusta a la perfección. Y cuanto más la miro, más atractiva la veo.
No quiero imaginar a James practicando sexo. De verdad que no. Lamentablemente en ese momento pienso en qué habrá hecho para cargarse la cama. Y qué aspecto tendría mientras lo hacía. Ya pude entrever algo y sé que tiene un cuerpo de escándalo. Y he observado suficientes veces la agilidad con la que se mueve al practicar deporte. Seguro que sabe lo que hace.
Me pregunto cómo es posible que no me haya fijado antes en ti.
No tengo ni idea de cómo hemos pasado de «James destruyendo camas mientras practica sexo» a «los mangas favoritos de Ruby». De verdad, ni la más remota idea.
Parece como si convirtiera en su reino todos los lugares por donde pasa.
De repente me doy cuenta de que deseo saber más sobre él. Más sobre James, Beaufort y lo que sucede entre bambalinas en esta adinerada familia.
Me pregunto qué clase de mujer debió de lucirlo y qué vida debía de llevar: si soñaba y si pudo hacer realidad sus sueños.
«Quiero ser como ella», pienso. Quiero entrar como ella en una habitación y que al instante todos los que me rodeen me consideren una mujer fuerte y digna de respeto únicamente por mi aspecto.
¿Qué sucede si no quiero volver a lo de antes?
Sería una pena que ahora hiciéramos como si no nos conociéramos. Para mí, tú ya no eres invisible. Y no quiero actuar como si lo fueses.
¿Por qué demonios no hago más que descubrir a gente que se lo está montando y que es evidente que no quiere tener público? ¿Desde cuándo colecciono secretos de gente extraña? Esto no es normal.
No sé cómo lo hace James, pero un solo y diminuto roce de él basta para que todo mi mundo se tambalee. Esta sensación es nueva para mí, distinta y extraña. En cierto modo, también es bonita.
Si hay alguien que te vaya a enseñar a bailar —me advierte tras una breve pausa—, ése soy yo.
¿En serio? A mí nunca me has sonreído así. —Porque hasta ahora no me has dado que se diga muchas razones para sonreírte.
Lo siento —dice. —¿Qué es lo que sientes? —pregunto a media voz. —No haberte dado hasta ahora ninguna razón para que me miraras como has mirado antes a Kieran.
Ya hace tiempo que no siento cólera y desconfianza cuando lo veo, sino algo distinto. Algo cálido y emocionante. Y tengo que sonreír. Porque me alegro de verlo. Porque disfruto de su compañía. Porque es agudo e inteligente, y lo encuentro interesante. Porque es como un enigma que deseo a toda costa resolver.
Desde hace diez años sólo tengo un único deseo en el que pienso cuando soplo las velas. «Oxford.» Pero ese año emerge otra palabra y debo detenerme un segundo y concentrarme.
Quería regalarte algo. Y para alguien que ama tanto el orden como tú, pensé que el James es una buena elección. —¿El James? —Es el nombre de ese modelo. —¿Me regalas un bolso que tú mismo has bautizado con tu nombre?
¿Me concede el honor de bailar conmigo este baile?
Ruby trabaja más que todos los demás por conseguir lo que quiere. Es inteligente, buena persona y... guapísima. Besa de maravilla. Y sabe escuchar.
A lo mejor fue eso lo que me atrajo en un principio de Ruby. Mientras ella toma las riendas de su vida, a mí me llevan de un lado a otro como a las fichas de un juego. Mientras ella vive, yo sólo existo. No encajamos. Pero desearía haberlo comprendido antes de besarla.
Me pregunto a cuántas chicas habrá besado para llegar a hacerlo tan bien. Me pregunto hasta dónde habríamos llegado si su padre no nos hubiese interrumpido. Me pregunto si volveré a tener la oportunidad de besarlo de ese modo.
Uno no puede perder aquello que no le pertenece, Ruby Bell.
Volveré a vivir en un mundo en el que ni James Beaufort ni el resto de Maxton Hall conocen mi nombre.
Por regla general, el perdón sigue a un acto pernicioso —resuena de repente la voz de Ruby—. Pero cuando alguien perdona a otro por el dolor que le ha infligido, eso no significa que ese dolor desaparezca. Mientras se siente dolor, el perdón es falso.
¿Acaso no hay un dicho? «Perdonar, pero no olvidar.» —Alistair mira al grupo, y Keshav y Wren murmuran dándole la razón—. Uno puede perdonar a alguien por su comportamiento, pero eso no significa que lo que haya hecho ya no cuente. El perdón es algo obligatorio para poner punto final. Olvidar es algo que dura mucho tiempo o que no llega a ocurrir. Y está bien. Perdonar nos ayuda a soltar un peso y seguir adelante.
Si uno perdona tan deprisa significa que no se toma a sí mismo en serio y que aparta frívolamente el propio dolor a un lado. Es un comportamiento autodestructivo. Cuesta tiempo reconocer cuándo hay que desprenderse de la carga, es cierto, pero si se considera la decisión de perdonar sólo como un simple medio para llegar a un fin, el perdón es falso.
El perdón insano se produce demasiado deprisa y empuja a que en ciertas circunstancias uno vuelva a dejarse maltratar. Pero el perdón sano únicamente llega tras una reflexión madura. En este caso uno se respeta lo suficiente como para no dejarse maltratar otra vez.
Nunca me perdonará y, aunque yo tenga claro que para nosotros no hay futuro, en este momento soy consciente de lo que esto significa de verdad. Nunca más volveré a tener la oportunidad de tocarla. Nunca más volveré a hablar con ella. A reír. A besarla. Ser consciente de ello me hunde. Es como si bajo mis pies se abriera un profundo agujero negro en el que caigo y caigo y caigo.
Sueño que me conduce a un mundo en el que no me ha borrado de su vida.
En realidad lo detesto todo en él. Sobre todo la manera en que me rompió el corazón.
No sabes lo que quieres de mí. No sabes lo que quieres en la vida. Creo que no sabes nada en absoluto.

