De repente ya no estoy en casa de los Vega, sino en un mar agitado de color verde amarillento. Ya no tengo diecisiete años, sino ocho. Ya no sé nadar, sino que estoy desamparada, a merced de un agua terriblemente fría. No puedo respirar. Las algas tiran de mí hacia el fondo y no puedo moverme. No me funcionan los brazos, las piernas tampoco reaccionan. Soy incapaz de controlar mi cuerpo.

