—Le estás dando esperanzas a ese pobre chico —dice de golpe. —¿Qué pasa, James? ¿Sientes envidia? Es la única réplica que se me ocurre a bote pronto. Pero cuando no contesta y lo miro de reojo, veo que ha metido las manos en los bolsillos del pantalón y que ha fruncido el ceño. —Si hay alguien que te vaya a enseñar a bailar

