La conciencia de la muerte es el llamamiento del cuidado y la «existencia se autodirige entonces una llamada por medio de la conciencia». Esta es la voz misma de la angustia y exhorta a la existencia a «recobrarse ella misma de su pérdida en el Se anónimo». También él opina que no hay que dormir y que es preciso velar hasta la consumación. Se mantiene en este mundo absurdo y acusa a su carácter perecedero. Busca su camino entre estos escombros.