Todo el arte de Kafka consiste en obligar al lector a releer. Sus desenlaces, o su falta de desenlace, sugieren explicaciones, pero que no se revelan con claridad y que exigen, para ser fundadas, releer la historia con un nuevo enfoque. A veces hay una doble posibilidad de interpretación, y de ello se desprende la necesidad de dos lecturas. Es lo que pretendía el autor.