Si hay absurdo, es en el universo del hombre. Desde el momento en que su noción se transforma en trampolín de eternidad, ya no está ligada a la lucidez humana. Lo absurdo ya no es esa evidencia que el hombre constata sin consentir en ella. Se elude la lucha. El hombre incorpora lo absurdo y en esta comunión hace desaparecer su carácter esencial que es oposición, desgarramiento y divorcio. Este salto es una escapatoria.