Asimismo, y durante todos los días de una vida sin brillo, el tiempo nos lleva. Pero llega siempre un momento en que hay que llevarlo a él. Vivimos hacia el futuro: «mañana», «más adelante», «cuando te labres una posición», «con los años lo entenderás». Estas inconsecuencias son admirables, pues al fin y al cabo se trata de morir. No obstante, llega un día y el hombre comprueba o dice que tiene treinta años. Afirma así su juventud. Pero al mismo tiempo se sitúa con relación al tiempo. Ocupa su lugar en él. Reconoce estar en cierto momento de una curva que confiesa que debe recorrer. Pertenece
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