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Has sido muy valiente, le dijo su madre. Has sido muy valiente, por mucho tiempo.
—Te amo —le susurró a Elide al oído—. Te amé desde el momento en que levantaste esa hacha para matar al ilken —las lágrimas de Elide volaban en el viento y desaparecían detrás de él—. Y estaré contigo… —su voz se quebró pero se obligó a decir las palabras, a decir la verdad de su corazón—. Estaré contigo siempre.
—Vinimos —dijo Manon con voz alta para que todos los que estaban sobre los muros la pudieran escuchar— para hacerle honor a una promesa que le hice a Aelin Galathynius. Para luchar por lo que ella nos prometió.
—Lleva a nuestra gente a casa, Manon.
Rowan se preguntó si el joven asesino estaría sonriendo ahora, sonriendo al verla colocar la catapulta en posición.
Gavriel le sonrió. —Cierra la puerta, Aedion —fue lo único que le dijo su padre.
Dejó de ver todo salvo el guerrero caído con la mirada hacia el cielo que se oscurecía pero con ojos que ya no veían. Tenía la garganta tatuada arrancada. La espada todavía en su mano. Gavriel. Su padre.
—¿Algo que decir? Lorcan sonrió con seriedad y miró a las hadas y jinetes de lobo que estaban destrozando a las arañas. —Larga vida a la reina. La reina hada del oeste.