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respiración. Estaba claro que los dos teníamos dentro un gran dolor acumulado. En aquel momento, algo se rompió y se abrió. Eran nuestros corazones. A veces, el corazón debe romperse para poder abrirse.
Durante sus últimos cuatro años de vida, marcados por la demencia senil, mi padre me enseñó una lección sobre la vulnerabilidad y el amor, quizá la más profunda que haya aprendido yo jamás. Nos reuníamos en aquel lugar que está más allá de los pensamientos, más allá de la mente, donde solo reside el amor más profundo.
Curarse de un trauma se asemeja en muchos sentidos a crear una poesía. Ambas actividades requieren encontrar el momento oportuno y las palabras y las imágenes adecuadas.
En mi actividad profesional como maestro y orientador de talleres he combinado las ideas y los métodos que adquirí en mi formación sobre los traumas familiares heredados con mis conocimientos sobre el papel crucial del lenguaje. Llamo a esto el planteamiento del lenguaje nuclear.
La repetición traumática o «compulsión de repetición», como la denominó, es un intento por parte del inconsciente de volver a vivir lo que ha quedado por resolver, para intentar «hacerlo bien».
los traumas pendientes de resolver. Carl Jung, contemporáneo de Freud, también creía que lo que queda inconsciente no se disuelve sino que, más bien, vuelve a salir a relucir en nuestras vidas como si fuera nuestro destino o nuestra suerte.
Según Lipton, «las emociones de la madre, como el miedo, la ira, el amor y la esperanza, entre otras, pueden alterar bioquímicamente la expresión genética de sus hijos»12.
con úlceras»17. Lipton recalca la importancia de la que él llama paternidad consciente, es decir, de ejercer la paternidad y maternidad desde el conocimiento de que el desarrollo y la salud del niño pueden sufrir la influencia profunda de los pensamientos, las actitudes y las conductas de los padres desde antes de la concepción hasta el desarrollo postnatal18.
Los trabajos de Lipton sobre la memoria celular se adelantaron y sirvieron de base a un nuevo campo de investigación llamado epigenética, que es el estudio de los cambios heredables de la función genética que se producen sin cambios en la secuencia del ADN20.
Ahora que los científicos entienden mejor el genoma humano, han descubierto el hecho sorprendente de que el ADN cromosómico (el ADN responsable de la transmisión de rasgos físicos como el color del cabello, de los ojos y de la piel) solo constituye menos de un 2 por ciento del total de nuestro ADN21. El 98 por ciento restante está compuesto por el llamado ADN no codificante (ADNnc), que es responsable de muchos de los rasgos emocionales, de conducta y de personalidad que heredamos22.
«En el entorno externo hay algo que afecta al entorno interno, y, cuando menos te lo esperas, un gen ya está funcionando de manera distinta», dice Yehuda31.
«Es un fenómeno que cabía esperar (...) todo lo que no se dice, se transmite», afirma el psiquiatra Naasson Munyandamutsa. Incluso los hijos de familias que no sufrieron la violencia han quedado afectados de manera similar por lo que el psiquiatra Rutakayile Bizoza llama «un contagio del subconsciente colectivo»
Los traumas, no solo los de la guerra sino los de cualquier hecho lo bastante significativo como para perturbar el equilibrio emocional de nuestra familia (un delito, un suicidio, una muerte temprana o una pérdida repentina o inesperada), pueden llevarnos a revivir (en el sentido de volver a vivir) síntomas de traumas del pasado. Dice Sack: «El trauma se extiende por la sociedad, además de intrageneracionalmente»62.
Hasta cuando cuidamos de unos padres enfermos o ancianos y les damos y hacemos lo que no pueden hacer por sí mismos, es importante que preservemos la integridad de la relación padre-hijo, sin reducir la dignidad de nuestros padres.
Puede que culpes o acuses a tu padre o a tu madre porque estaba en pie de guerra con tu otro progenitor y te viste obligado a tomar partido por uno de ellos. Es frecuente que un hijo manifieste abiertamente lealtad a uno de los progenitores mientras guarda lealtad secreta al otro. El hijo puede establecer un vínculo oculto con el progenitor rechazado o denigrado, para lo cual adopta o emula lo que se considera negativo de ese progenitor.
¿Qué palabras o qué frases tienen un carácter apremiante? ¿Qué palabras tienen una resonancia emocional fuerte o producen una sensación dramática? ¿Qué palabras parecen extrañas o peculiares? ¿Qué palabras no encajan del todo, quizá, en el contexto de tu experiencia vital?
Cuando los miembros de la familia hacen vidas infelices o corren una suerte muy difícil, suele ser más fácil rechazarlos que sentir el dolor de quererlos. Suele ser más fácil sentir ira que tristeza.
Tus descriptores nucleares son un paso valioso para reconstruir tu relación con tus padres. No importa si tus padres viven o si han fallecido ya. Cuando hayas descifrado tus descriptores nucleares, podrán empezar a cambiar por fin los sentimientos, actitudes y juicios negativos que albergas hacia tus padres. Recuerda que cuanto mayor es la carga emocional de tus palabras, más hondo es tu dolor. Por debajo de tus palabras airadas suele haber tristeza en estado de hibernación. La tristeza no te matará. La ira sí puede llegar a matarte.
Por desgracia, guardar silencio acerca del pasado para inmunizar a la generación siguiente no suele surtir efecto. Lo que se oculta a la vista y a la mente rara vez desaparece. Antes bien, suele reaparecer en las conductas y en los síntomas de nuestros hijos.
Las cuatro herramientas del mapa del lenguaje nuclear son, por su orden, la queja nuclear, los descriptores nucleares, la frase nuclear y el trauma nuclear.
Cuando diriges hacia el interior de tu cuerpo tu enfoque y tu respiración, y percibes las sensaciones que residen allí sin que se desencadenen los miedos, puedes alterar tu experiencia interior.

