Movidos por nuestro miedo y por nuestra ansiedad, solemos intentar controlar el entorno para sentirnos seguros. Esto se debe a que cuando éramos pequeños teníamos muy poco control, y seguramente no disponíamos de un lugar seguro para refugiarnos de las emociones intensas que sentíamos. Las lesiones del vínculo pueden reproducirse a lo largo de las generaciones si no cambiamos conscientemente la pauta.

