En cuanto a lo segundo, estaba tan acostumbrado a que se produjeran acciones violentas de ETA que difícilmente podía sorprenderlo una más. Con los años, había criado una costra de conformidad. ¿Acaso soy el único? No es que los asesinatos de la banda lo dejaran indiferente, sino que estos se habían convertido en una rutina que le embotaba los órganos de la indignación y de la pena.