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Bittori, en el cementerio de Polloe, durante la ceremonia del sepelio, le susurró a Xabier una cosa que este nunca ha olvidado. ¿Qué cosa? Pues que le parecía que, más que enterrar al Txato, lo estaban escondiendo.
Debería abrir las ventanas de par en par para que salgan a la calle las palabras, los lamentos, las viejas conversaciones tristes atrapadas entre los tabiques del piso deshabitado.
Ikatza había vuelto a traerle un pájaro muerto. Un gorrión. El segundo en tres días. A veces le trae ratones. Se conoce que la gata tiene esa manera de contribuir a la economía familiar o de mostrar agradecimiento por el trato que recibe de su dueña.
¿Tú crees que esos también pagan? —¿Quiénes? —Los Arrizabalaga. Joxian se encogió de hombros. —Sólo hay tres opciones. Pagas, emigras o te la juegas. Lo que no me entra en la cabeza es por qué se ensañan conmigo después de haber pagado lo que me pidieron y sin hacerles esperar.
Tesis de Miren: se arrejuntan como conejos. Claro, como hay medios para no quedarse preñadas. Esto lo afirmaba a menudo y Bittori asentía. Estaban convencidas de haber nacido con treinta años de adelanto. Franco, los curas, el qué dirán: hay que ver lo ingenuas que habían sido. Así pensaban, merendantes, un ojo puesto en las mesas cercanas por si algún parroquiano tenía la antena puesta.
Arantxa sufrió lo que llamamos un síndrome de cautiverio a causa de una oclusión de la arteria basilar.
Ella, su madre, su hermano, los tres se habían convertido en satélites de un hombre asesinado. Lo quisieran o no, sus respectivas vidas llevaban largos años rotando alrededor de aquel crimen, de aquel foco incesante de, ¿de qué?, joder, pues de pena, de dolor, y esto se tiene que acabar y yo no sé cómo. Y para una idea que tenía, van y me la tumban.
al paseo del Árbol de Gernika
vamos. Te presentas al campeonato del mundo de la desconfianza y ganas por goleada.
Todos mienten. Miente la policía, miente la izquierda abertzale. Todo el mundo miente, Joxian, te lo aseguro. A nadie le sirve la verdad.
No entiende ni jota de política, no ha leído un libro en su vida, pero suelta consignas como quien revienta cohetes.
En el 75, tú eras muy pequeño, no te acordarás, lloró la muerte de Franco. De verdad, en casa, delante del televisor en blanco y negro, soltó unas lágrimas de española desolada; pero mejor no se lo recuerdes.
Antes de responderle ya me fijé en que arrugaba la frente. Conque, de broma, le dije que se llamará Juan Carlos, como el Rey. Por poco se desmaya.
Yo no me atrevía a decírselo; pero a mí, te lo juro, el que negara la humanidad de una persona por llevar uniforme me parecía terrible.
¡Mira que ir al funeral de un jefe de ETA con el coche de un amenazado! ¡Por Dios, dónde se ha visto una cosa más absurda!
Nos esforzamos por darle un sentido, una forma, un orden a la vida, y al final la vida hace con una lo que le da la gana.
Entonces tendía una mirada angustiada en rededor, hacia sus compañeros que tomaban notas, que levantaban la mano para participar en las discusiones, incluso para llevarle la contraria al catedrático, y le parecía que todos eran más listos y estaban mejor preparados que ella, y que les esperaba un futuro brillante y a ella uno doméstico, monótono, de persona que no interesa ni gusta a nadie, de persona que experimenta vivo rechazo de sí misma delante del espejo.
Ni me dejaron preparar el entierro. Cogieron a mi hijo y montaron con él un numerito patriótico. Les vino de perlas que se moriría. Para usarlo con intenciones políticas, ¿sabes? Como los usan a todos. Unos borregos, eso es lo que son. Unos ingenuos. Y Joxe Mari lo mismo. Les calientan la cabeza, les dan un arma y, hala, a matar. En casa nunca hemos hablado de política. A mí la política no me interesa. ¿Te interesa
¿Cómo van a hacer daño a tu padre, un vasco bueno y euskaldun? —Sí, y propietario de una empresa. Todo este delirio de la lucha armada hay que financiarlo, no lo olvides. Todavía quedan en las calles del pueblo pintadas contra él.
Vosotros mismos os marcáis los objetivos en la zona que os corresponde, ¿eh? Y dad caña. Que no os tiemble la mano.
Algún día seré el jefe de ETA. Yo lo veo como una araña, siempre quieto, escondido, esperando a la presa. No le iban las manifas, aún menos las broncas con la policía. Su estrategia, según sus propias palabras: mantener la calma, aprender y llamar la atención lo menos posible.
—Si me lo dices antes, venimos en camión. ¿Te crees que la hija pasa hambre o qué? —Tú estate calladito. —¿Por qué tengo que callarme? —Porque no eres madre y porque te lo digo yo.
Ya lo decía el Txato: a esta mujer no hay dios que la entienda. En casa insistía en la conveniencia de abandonar el pueblo, de llevarse los camiones a un lugar tranquilo y perder de vista a toda esta gente mala y envidiosa que nos rodea, y no bien él emprendía algún tipo de iniciativa con vistas a cambiar de aires, Bittori se la tiraba por tierra.
ETA debe actuar sin interrupción. No le queda otro remedio. Hace tiempo que ha caído en el automatismo de la actividad ciega. Si no hace daño, no es, no existe, no cumple ninguna función. Este modo mafioso de funcionamiento está por encima de la voluntad de sus integrantes. Ni siquiera sus jefes pueden sustraerse a él. Sí, bien, toman decisiones, pero eso es sólo aparente. En ningún caso pueden no tomarlas porque la máquina del terror, una vez que ha cogido velocidad, no se puede detener.
Él y Arantxa, acomodados a su vida sencilla, de clase media baja con esperanzas de prosperar en el futuro, eran felices o se creían/decían felices, lo cual, al parecer de ambos, es lo mismo, pero esto se derrumbará como les falte suelo económico bajo los pies.
—Ah, pero ¿tú luchas? ¿Te tengo que dar la enhorabuena por lo de esta mañana? —El concejal ese, amigo de tu marido, era del PP. —¿Estás chalada? Por encima de todo era una buena persona y un padre de familia y un hombre con derecho a defender sus ideas. —Era un opresor. Y te recuerdo que tienes un hermano pudriéndose en una cárcel española por culpa de buenas personas como esa. —A tu hijo, del que estás tan orgullosa, le probaron delitos de sangre. Por eso está en la cárcel, por terrorista. Te lo repito, por terrorista, no por hablar euskera como le contaste una vez a Endika. Mentirosa, más
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Ya antes de emprender la marcha, en casa, le afea el afeitado o le dice que le salen pelos de las orejas, y luego, en el autobús, le advierte, lo reprende, le dirige reproches en presencia de otros familiares de presos. Por esa vía le va royendo el amor propio, y él se pica y se pica
Pero un hombre puede ser un barco. Un hombre puede ser un barco con el casco de acero. Luego pasan los años y se forman grietas. Por ellas entra el agua de la nostalgia, contaminada de soledad, y el agua de la conciencia de haberse equivocado y la de no poder poner remedio al error, y esa agua que corroe tanto, la del arrepentimiento que se siente y no se dice por miedo, por vergüenza, por no quedar mal con los compañeros. Y así el hombre, ya barco agrietado, se irá a pique en cualquier momento.
En cuanto a lo segundo, estaba tan acostumbrado a que se produjeran acciones violentas de ETA que difícilmente podía sorprenderlo una más. Con los años, había criado una costra de conformidad. ¿Acaso soy el único? No es que los asesinatos de la banda lo dejaran indiferente, sino que estos se habían convertido en una rutina que le embotaba los órganos de la indignación y de la pena.
La gente acudirá a la siguiente manifestación en favor de ETA, sabiendo que conviene dejarse ver en la manada. Es el tributo que se paga para vivir con tranquilidad en el país de los callados.
Quizá una que no se contentaba con representar el papel de SOSA (Suministradora de Orgasmos Sociedad Anónima) y quiso disputarme el trono.
mientras tanto el Estado celebró tan campante su Exposición Universal de Sevilla y sus Juegos Olímpicos de Barcelona.
¿Los expulsaban, no los expulsaban? Qué más da que te echen de un barco varado en tierra.
—Y este proyecto de componer, por medio de la ficción literaria, un testimonio de las atrocidades cometidas por la banda terrorista surge en mi caso de una doble motivación. Por un lado, la empatía que les profeso a las víctimas del terrorismo. Por otro, el rechazo sin paliativos que me suscitan la violencia y cualesquiera agresiones dirigidas contra el Estado de Derecho.
El cura se para a hablar con todo el mundo. Gobierna almas y cuerpos. O lo intenta.
las dudas, que son como los mosquitos de verano que no paran de rondarte;
PRONTO SE DIRÁ DE VOSOTROS, LO QUE SUELE AHORA DECIRSE DE NOSOTROS: ¡¡MURIERON!!
Kaixo, Bittori. De acuerdo con el consejo de mi hermana, te escribo. Yo soy de pocas palabras, así que voy al grano. Os pido perdón a ti y a tus hijos. Lo siento mucho. Si podría dar marcha atrás al tiempo, lo haría. No puedo. Lo siento. Ojalá me perdones. Ya estoy cumpliendo mi castigo. Te deseo lo mejor, Joxe Mari
El encuentro se produjo a la altura del quiosco de música. Fue un abrazo breve. Las dos se miraron un instante a los ojos antes de separarse. ¿Se dijeron algo? Nada. No se dijeron nada.
En política, como en todo, lo contrario de un golpe con el puño derecho no es un golpe con el puño izquierdo, sino un abrazo.
La lectura, tiempo después, de Albert Camus me convenció de la necesidad de incluir en el ejercicio público de la palabra un criterio moral.