Para negar la calidad política de una categoría —trabajadores, mujeres y demás—, lo único que tradicionalmente se necesitaba era afirmar que pertenecía a un espacio «doméstico», a un espacio separado de la vida pública del que sólo pueden surgir gemidos o gritos que expresan sufrimiento, hambre o ira, pero no un discurso real que muestre una aísthēsis común. Y la política de esas categorías consiste siempre en recalificar esos espacios, en hacer ver allí el lugar de una comunidad, aunque sea aquella del simple litigio; en hacerse ver o escuchar como seres hablantes, participando de una
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