Cuando eres libre, asumes la responsabilidad de ser quien eres realmente. Identificas los mecanismos de defensa o los patrones de conducta que has adoptado en el pasado para satisfacer tus necesidades. Te reenganchas con las partes de ti que tuviste que dejar de lado y reclamas la persona completa que no te dejaron ser. Rompes con el hábito de abandonarte. Recuerda: tienes algo que nadie más tendrá jamás. Te tienes a ti. Durante una vida entera.