Muchas personas permanecemos en una cárcel de victimismo porque, en nuestro subconsciente, parece más segura. Nos preguntamos por qué una y otra vez, creyendo que, si pudiéramos averiguar la razón, el dolor remitiría. ¿Por qué he contraído cáncer? ¿Por qué he perdido el trabajo? ¿Por qué mi pareja ha tenido una aventura? Buscamos respuestas, intentamos comprender, como si hubiera una razón lógica que explicara por qué las cosas tomaron el rumbo que tomaron. Pero, cuando preguntamos por qué, nos quedamos atascados buscando alguien o algo al que culpar, incluidos nosotros mismos.