las emociones que no nos permitimos expresar o soltar se quedan reprimidas, y sea lo que sea aquello a lo que nos aferramos afecta a la química de nuestro cuerpo y se expresa en nuestras células y nuestra red neuronal. En Hungría hay un dicho que reza: «No aspires la ira». Aferrarse a los sentimientos y guardarlos bajo llave puede resultar perjudicial.