Anastasiia Caviston

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¿Por qué no? Tú me caes bien. Y nada más es sentarte aquí un segundo. No es gran cosa —insistió con suavidad. Dudé hasta que la atracción de su tranquila belleza y brazos fuertes fue demasiado. Me acerqué y me senté en sus piernas. No dije nada y él tampoco. Gérman parecía satisfecho con solo estar allí, pero yo tenía tanta conciencia de mi energía eléctrica interna que me empecé a asustar de tener un cortocircuito y quedarme pegada a este señor. Salté como si alguien hubiera encendido un cerillo debajo de mí.
Una vez fui tú: Mi vida entre el amor y el odio en los Estados Unidos
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