Cuando era estudiante universitaria, creía que Cuba era un intento genuino para crear una sociedad justa y educada con El Nuevo Hombre. Pero en este viaje, el hombre que me sirvió el desayuno en la Habana me dijo, “No, chica, eso del nuevo hombre se acabó hace mucho tiempo”. Esa visión esperanzadora de Cuba que tenía en mi juventud murió cuando escuché a una niña de diez años decir que quería ser una extranjera o una “jinetera” (lo que significa “una jinete de caballos”, pero en realidad se refería a ser una trabajadora sexual) cuando fuera grande. La isla de la música de protesta y el ron se
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