Otro ejemplo sería, si gasto mi dinero como esposo sin consultarle a mi esposa porque «ella no es la que gana el dinero, sino yo», no voy a poder cambiar a menos que entienda el egoísmo que dicha actitud pone de manifiesto. Debo entender que en el matrimonio somos «una sola carne» y que, en última instancia, el dinero no es nuestro, sino de Dios.

