Finanzas bíblicas: Cambia tú y cambiarán tus finanzas (Spanish Edition)
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La falta de generosidad hacia los demás es una muestra del egoísmo en el corazón de una persona. Es por eso que decimos que el manejo que alguien hace de sus posesiones es una clara indicación del estado de su corazón.
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¿Puedes ver cómo el manejo del dinero es una evidencia de lo que pasa en el corazón?
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Lo más importante ante Él no es lo que tengo, sino lo que soy. Entonces, para Dios, lo material es solo un instrumento para hacer su obra en mí.
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Es por esto que el manejo de nuestro dinero habla claramente de quiénes somos y de qué valoramos. En vista de esto, lograr finanzas «sanas» o, lo que es lo mismo, manejar nuestras posesiones bíblicamente requerirá más que estrategias.
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Otro ejemplo sería, si gasto mi dinero como esposo sin consultarle a mi esposa porque «ella no es la que gana el dinero, sino yo», no voy a poder cambiar a menos que entienda el egoísmo que dicha actitud pone de manifiesto. Debo entender que en el matrimonio somos «una sola carne» y que, en última instancia, el dinero no es nuestro, sino de Dios.
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Aunque algunas personas han hecho incluso votos de pobreza porque su convicción es que tener dinero es malo o pecaminoso, la verdad es que en ningún lugar de la Biblia se lee que ser rico sea pecado.
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¿Cuál es el problema en realidad? No es el dinero en sí mismo, sino el amor al dinero. De nuevo, es un asunto del corazón. Suena paradójico, pero es posible que una persona pobre ame el dinero, y que una persona rica no. El problema no está en la cantidad de posesiones materiales que se tienen, sino en la disposición del corazón hacia ellas.
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El dinero, en realidad, es una de las posesiones menos satisfactorias. Indudablemente, quita algunas ansiedades, pero introduce tantas como quita. Hay aflicción en su búsqueda. Hay ansiedad en su conservación. Hay tentaciones en su utilización. Hay culpa en su abuso. Hay dolor en su pérdida. Dos terceras partes de todas las luchas, peleas y pleitos en el mundo surgen de una sola causa: el dinero.2
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«La forma en que manejamos nuestro dinero es una demostración externa de una condición espiritual interna».4 Nuestro carácter determina y sostiene nuestros valores, y ellos determinan nuestras decisiones.
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PRINCIPIO 1: LO MATERIAL NO DEBE SER UN FIN EN NUESTRA VIDA
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La realidad es que ningún pecado discrimina por clase social.
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La Palabra de Dios aplaude la empresa, la iniciativa, el ser trabajador, industrioso y buscar
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ser excelente en todo. Lo que no aplaude es que creas que acumular y tener logros te llenará, te hará sentir pleno o te dará un valor que, en realidad, ya tienes por ser creado a imagen de Dios y adoptado por Él en Cristo.
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En resumen, la persona que quiere enriquecerse tendrá problemas en múltiples áreas de su vida. De ahí que el primer principio bíblico a considerar en cuanto al manejo financiero es que el dinero y las posesiones materiales no pueden constituirse en el fin o el propósito de mi vida.
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PRINCIPIO 2: SOMOS MAYORDOMOS, NO DUEÑOS
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1.     Confía en la provisión de Dios
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2.     Está contento con lo que tiene
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Pablo dice que ha aprendido esto porque el mayordomo, en principio, no sabe cómo vivir con contentamiento. A veces, Dios tiene que someternos a una serie de circunstancias para que aprendamos a estar contentos. De hecho, la falta de contentamiento puede ser un mal tanto en el pobre como en el rico. Aun con lo mucho que tienen algunas personas, viven descontentas. Esto nos muestra, como ya hemos dicho, que el problema no es de cantidad, sino de corazón.
Juan Carlos Sanchez Aguilar
Se aprende. Debo estar atento a la enseñanza y aplicarla a mi vida con prontitud.
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¿Qué tan contento te sientes con la porción que Dios te ha dado? ¿Te quejas con frecuencia de las circunstancias en las que Él te ha puesto? Recuerda que tu queja no es contra tu circunstancia, sino contra el Dios que la controla.
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3.     Acepta las desdichas económicas
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4.     El éxito ajeno no le afecta
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La envidia es, a fin de cuentas, un cuestionamiento a Dios: cuando envidio a otro, estoy cuestionando al dueño de los recursos que decidió darle a él más que a mí.
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El éxito ajeno no nos afecta si entendemos que somos mayordomos.
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Somos llamados a gozarnos con los que se gozan y vivir sin envidias (Ro 12:15; 13:13).
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El ahorro sistemático, más que un sobrante financiero, es el resultado de una combinación de virtudes en el carácter del que ahorra.