Juan Diego Ojeda Hernández

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Sólo los niños solitarios pueden contener su pasión. Los otros hablan de sus sentimientos en grupo, se abren estimulados por la confianza y han oído hablar y han leído mucho sobre el amor; saben que es un destino común para todos. Juegan con él como con un juguete, presumen de él como los muchachos con su primer cigarrillo.
Carta de una desconocida
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