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Kindle Notes & Highlights
Todas las historias verdaderas contienen una enseñanza, aunque ese tesoro puede ser difícil de encontrar
Apenas habíamos pasado la mitad del mes de septiembre, pero las pesadas nubes y el fuerte viento del nordeste se combinaban para hacer que el día fuera extraordinariamente frío y triste,
un fornido marimacho de unos catorce años, con un vestido corto y pantalones,
—La persona más sabia —respondí— podría reflexionar sobre cada uno de estos versículos durante una hora y sentirse mejor por ello, y yo prefiero leerlos despacio que rápido.
tonto desear belleza. Las personas sensatas nunca la desean para sí mismas ni se preocupan por ella en los demás. Si la mente está bien cultivada y el corazón está bien dispuesto, nadie se preocupa por el exterior.
Estamos dispuestos a amar lo que nos da placer por naturaleza, y ¿qué es más agradable que un rostro bello? Al menos cuando no sabemos nada malo de su poseedor.
Aquellos que tienen belleza, deberían estar agradecidos y hacer un buen uso de ella, como con cualquier otro talento; los que no la tienen, que se consuelen y hagan lo que puedan sin ella. En cierto modo, la belleza es un don de Dios y, aunque esté sobrevalorada, tampoco debe ser despreciada.
Cuando la pena y la ansiedad nos acosan o mantenemos oprimido por demasiado tiempo un sentimiento poderoso, que nos vemos obligados a guardar para nosotros mismos, porque no podemos obtener, ni solicitar, la simpatía de ninguna otra criatura viviente, y que por nosotros solos no somos capaces de reprimir por completo, a menudo buscamos alivio en la poesía y a menudo también lo encontramos, ya sea en las efusiones de otros, cuando parecen armonizar con nuestro caso en concreto, ya en nuestros propios intentos de expresar esos pensamientos y sentimientos en versos tal vez no tan rítmicos, pero
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pensó en mí? ¿No era tonto? ¿No estaba mal? Sin embargo, si encontraba tan profundo placer en pensar en él y me guardaba esos pensamientos para mí y no preocupaba a nadie más con ellos, me preguntaba dónde estaba el daño.
la fe era débil y la pasión, demasiado fuerte.
aquellos que desean prosperar deben dedicarse en cuerpo y alma a su vocación, y si empiezan a ceder a la indolencia o a la complacencia, rápidamente serán sustituidos por competidores más sabios.
dinero de nuestro trabajo. Finalmente resolvimos que este sería el
placer de conocer al mío, el bebé más encantador del mundo, sin duda (más aún, porque no tengo el incordio de criarlo: estaba decidida a no molestarme yo con eso).