Tal vez sea que los malos recuerdos quedan envueltos en una capa protectora y almacenados en un lugar tan recóndito que ya no parecen propios, sino como pertenecientes a un libro que se ha leído o una película que se ha visto, de modo que nos llevan a regresar allí para tocarlos, para verlos. No para asegurarnos de que son reales y de que ha ocurrido lo que recordamos, sino para observarlos desde la distancia de una mente a salvo, para maravillarnos de que nos ha pasado algo así y hemos sobrevivido.

