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January 16 - January 26, 2025
Dícese del barbitúrico Escribir, para entender. Escribir, para resistir. Escribir, como una sedación. Escribir, para no matarse. Escribir, para matarse.
si quería sobrevivir, tenía que escribir.
Tenía que crear de la nada una laguna Estigia o un cementerio imaginario. En otras palabras: confeccionar un país duradero, el de la literatura como automedicación.
Les incomoda que todos se sientan autorizados a recordar, porque —aunque parezca— la memoria no es un privilegio al que todos puedan acceder,
«En aquel tiempo, por Madrid, los escritores iban de escritores por la calle, porque había una cultura general y viandante como había una pintura visible y catalogable. Ahora, si quieres conocer una verdadera cultura tienes que irte al fútbol. En el fútbol en seguida se aprende algo y los más eruditos recurren al Marca. Es cuando en los tranvías se oye decir al obreraje: “Pásate, macho, el Marca con las alineaciones”».
el país incapaz de ponerse de acuerdo sobre asuntos varios sí consigue un mínimo consenso alrededor de aquel campo de 107 metros de largo por 72 de ancho.
Cosas del mar… a unos los trae entre muertos, a otros los convierte en estrellas.
Hay ciudades de las que uno se enamora loca e inevitablemente. Sin ningún motivo, excepto el solo deseo de pertenecer.
Quienes me conocen, me reprochan no querer estar nunca donde estoy. Acaso porque no pertenezco o porque siempre estoy a punto de cometer una locura.
porque Barcelona, lo que se dice dejarse querer, lo pone difícil a veces. Yo se lo perdono todo, incluso que me mire con sospecha. Me entrego a ella porque es la ciudad libro y el lugar de los que nunca me querrán como yo a ellos. Todo empieza y acaba encuadernado entre sus calles.
puede alguien envejecer desde la muerte?—
estoy comenzando a cansarme de este asalto permanente que son las patrias.
«Todos juntos solo somos en la última mitad de siglo un solo dolor. Es nuestro estado espiritual».
Ver el infierno venir es mucho peor que verse atrapado, sin avisos, en él.
«El miedo a los bárbaros es lo que amenaza con convertirnos en bárbaros»
De no haber sido escritor, Camus se habría dedicado al fútbol, un deporte que practicó como portero porque era la única posición en la que no gastaba las suelas de sus zapatos, esas que su abuela revisaba al dedillo. Soberanas palizas le propinó la anciana por gastar las botas pateando balones.
Pequeño Frankenstein virtuoso el que ha conseguido tras terminar la faena en el quirófano literario. De otra manera no se explica tanta precisión. De qué otra manera se escribe sino así: cortando, mutilando, arrancando. Que escribir, como vivir, sea un verbo extractivo me ha parecido siempre natural.
Que escribir sea arrancar, insisto, me parece natural. La vida es, en suma, una mutilación. La primera de todas.
—no olvidéis, se viaja de noche y hacia la noche, como el poema de Vicente Gerbasi—,
«Me legaron valor. No fui valiente».
esa idea, que crece en ciertos corazones desterrados, al imaginar que nunca nada malo podrá ocurrir en la vitrina de Tifanny’s. Ya sabéis... lo que padecen quienes ansían no pertenecer a nada ni a nadie y terminan enamorándose de cosas que brillan con la intensidad de lo que ya no existe de la misma forma.
Un navío de guerra es una aldea, escribe Melville. Y es cierto, un barco en el mar es una república habitada por quienes deciden arrancarse de la tierra firme para ser, durante días y noches, el bosque de Macbeth.
Para aquellos que enloquecen, que buscan el amor de alguien más con la misma fuerza de quienes se despeñan detrás de una vocación o un lugar mejor, todo incumplimiento es una muerte.
después de haber estado tanto tiempo haciendo algo que me gustaba, es difícil reconstruir algo que me parezca que valga la pena. Así que ese ha sido mi trabajo: la reconstrucción»,
En la traducción de Hamlet que hizo Vicente Molina Foix sustituyó el «ser o no ser, esa es la cuestión» por «ser o no ser, esa es la opción». Lo hizo porque pensaba que Shakespeare introducía un matiz en su tragedia: Hamlet es empujado a elegir, a atravesar el largo camino entre la voluntad y el destino, la cobardía de la prudencia o el ímpetu de la venganza.
Escribiera de fútbol —«Pásate, macho, el Marca»—, de la Norma de Bellini o las aventis de Juan Marsé, en realidad siempre hablaba de lo mismo: del hecho de no hallarse, de no ser.

