María Restrepo Mejía

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Me gustas porque te crees eterno y aún no conoces mis excesos de mortalidad. Ya sabes, cargo un trauma grande y suelo pensar que es normal que la gente que amo se vaya sin despedirse. Sé que es posible que cruces la puerta de salida una mañana y no vuelvas a cruzarla de vuelta por la tarde. Que cualquier sonrisa podría ser la última sonrisa. Que cualquier mueca podría ser la última mueca. Que los pasos frente a mi cuarto podrían ser los últimos pasos. Como esa vez cuando no tenía ninguna razón para pensar que habría una última vez y, sin embargo, la hubo.
Cómo maté a mi padre
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