no se pasa hambre, pero los estómagos suenan todo el tiempo. A lo mejor siempre suenan, pero uno nunca los oye, porque cuando se está en silencio durante tanto tiempo, se empiezan a oír cosas que nunca habíamos oído. Se oye el corazón, se sienten los órganos, se percibe la respiración rozando la nariz y la sangre corriendo por las venas.

