María Restrepo Mejía

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Mi imaginación siempre iba un paso adelante. Andaba a tal velocidad que yo nunca llegaba a tiempo para controlarla. Mientras que yo corría y corría sin llegar a ninguna parte, ella ya había hecho de las suyas, ya se había imaginado el final de la historia. Y siempre era trágico. Si el teléfono sonaba a deshoras suponía que era él.
Cómo maté a mi padre
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