Pero lo que más me preocupaba era haber descubierto que la gente no solo se moría en las noticias de la televisión: saber que eso podía ocurrir en tu propio hogar, a tu propio padre, me llenó de una angustia desmedida sobre el hecho de que a mi mamá le pasara lo mismo. No podía pensar en otra cosa. Por las noches, de forma recurrente, soñaba que ella se moría y cuando se demoraba, así fuera un minuto, en llegar a casa o en recogerme en el colegio, me ponía muy nerviosa, porque en ese minuto yo ya me había preguntado si acaso ella llegara a faltar quién se iba a hacer cargo de cinco huérfanos,
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