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Me enfadé, como se enfada uno siempre que un fallo le hace ser consciente de la
insuficiencia e imperfección de las fuerzas mentales,
Pues así como un niño cae en el sueño y se olvida del mundo por medio de ese rítmico vaivén hipnotizador, también el espíritu, en opinión de aquellos devotos, se sume de manera más fácil en la gracia de la abstracción gracias a ese oscilar y columpiarse del cuerpo ocioso. Y
pues leía como otros rezan, como juegan los jugadores, tal y como los borrachos, aturdidos, se quedan con la mirada perdida en el vacío. Leía con un ensimismamiento tan impresionante que desde entonces cualquier otra persona a la que yo haya visto leyendo me ha parecido siempre un profano. En Jakob Mendel, aquel pequeño librero de viejo de Galitzia, contemplé por primera vez, siendo joven, el vasto misterio
de la concentración absoluta, que hace tanto al artista como al erudito, al verdadero sabio como al loco de remate, esa trágica felicidad y desgracia de la obsesión completa.
Embolsarse el sueldo... es lo único que saben hacer esos doctores. Deberían acarrear piedras en lugar de andar metidos entre libros».
Las personas no le interesaban, y de todas las pasiones humanas tal vez
sólo conocía una, por cierto, la más humana de todas, la vanidad. Cuando
el hecho de poder tener un valioso libro entre las manos significaba para Mendel lo que para otros el encuentro con una mujer.
Aquellos instantes eran sus noches de amor platónico. Tan sólo el libro, jamás el dinero, tenía poder sobre él.
todo lo que es único resulta día a día más valioso en un mundo como el nuestro, que de manera irremediable se va volviendo cada vez más uniforme. Y además, llevado por un hondo presentimiento, el joven inexperto que fui había sentido un gran aprecio por Jakob Mendel.
Gracias a él me había acercado por vez primera al enorme misterio de que todo lo que de extraordinario y más poderoso se produce en nuestra existencia se logra sólo a
través de la concentración interior, a través de una monomanía sublime, sagradamente empa...
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vivimos, si el viento tras nuestros zapatos ya se está llevando
nuestras últimas huellas?
En su mundo superior de los
libros no había guerras, ni malentendidos, tan sólo el eterno saber y querer saber aún más números y palabras, títulos y nombres.
en el fantástico edificio de su memoria debía de haberse derrumbado algún pilar, y toda la estructura se había venido abajo, pues nuestro cerebro, ese mecanismo de conexión
creado con la más sutil de las sustancias, ese fino instrumento de precisión mecánica acorde con nuestro saber, es tan delicado que una venilla obstruida, un nervio afectado, una célula cansada, una molécula un poco desplazada bastan para hacer enmudecer la armonía más extraordinariamente
completa, la armonía esférica d...
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Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable
reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido. TÍTULO ORIGINAL Buchmendel Publicado por ACANTILADO Quaderns Crema, S.A.
Según los judíos, existen dos poderes en el alma: el de la fe (emunah) y el del intelecto