Tenía el aire despreocupado y el estilo al que tanta importancia dan los adolescentes, que tratan de construir desesperadamente una imagen con la que presentarse ante el mundo, lo cual es la antítesis de la transparencia con la que uno podría expresar de forma clara, a sí mismo y a los demás, lo que quiere y necesita. Las corrientes de emociones que nos sacudían aún no eran visibles ni tenían nombre.