Las películas están hechas tanto de oscuridad como de luz. Son los intervalos sumamente breves de oscuridad entre las luminosas imágenes fijas lo que hace posible que estas formen una película en movimiento. Sin esa oscuridad, no se vería más que una imagen borrosa. Eso quiere decir que un largometraje contiene media hora o una hora de pura oscuridad que pasa desapercibida.