No es solo que estamos siempre inquietos y llenos de temor, sino que hemos espiritualizado nuestra inquietud y cobardía, tratando de hacer que parezca piedad en vez de pasividad. No solo estamos viviendo vidas de vanidad, sino que nuestra pasión por Dios suele ser una pasión por que Dios nos conceda nuestros deseos vanidosos.