Confiar en la voluntad de Dios en Sus decretos es bueno. Seguir la voluntad de Dios en Sus deseos es obediencia. Esperar que Dios nos revele Su voluntad por medio de Su dirección es un desastre. Es malo para tu vida, dañino para tu santificación y permite que demasiados cristianos estén jugueteando pasivamente, sintiéndose cada vez más espirituales mientras menos hacen.