El contentamiento dice: “Dios me tiene aquí por una razón y, aun si nada cambia, seguiré sirviéndole y adorándole”. La complacencia dice: “Nada va a cambiar, así que ¿para qué esforzarme?”. Los complacientes son como los malvados “que piensan: ‘El Señor no va a hacer nada, ni para bien ni para mal’” (Sof 1:12).