Dios es omnisciente y omnipotente. Él ha preparado cada detalle de nuestras vidas —los días felices y los días difíciles— para nuestro bien (Ef 7:14). Debido a que podemos confiar en la voluntad de Dios en Sus decretos, podemos comprometernos radicalmente a obedecer la voluntad de Dios en Sus deseos, sin preocuparnos por la voluntad de Dios respecto a una dirección que Él no nos ha prometido.