Haz algo (Spanish Edition)

by Kevin DeYoung

Estamos viendo a una generación de jóvenes que van creciendo (más o menos) y que se la pasan jugueteando con doctrinas, con iglesias, con parejas, con estudios universitarios, con viviendas y con prácticas espirituales divergentes e irreconciliables.

nuestra búsqueda de la voluntad de Dios se ha convertido en una excusa para no madurar, para que los cristianos jóvenes (y no tan jóvenes) puedan andar flotando por la vida sin dirección ni propósito.

Los autores del Catecismo de Heidelberg lo dijeron elocuentemente en el siglo XVI: “La providencia es el poder omnipotente y omnipresente de Dios, con el cual Él sustenta y gobierna el cielo, la tierra y todas las criaturas, de manera que la hoja y el tallo, la lluvia y la sequía, la fertilidad y la esterilidad, la comida y la bebida, la salud y la enfermedad, las riquezas y la pobreza, y todas las demás cosas no ocurren al azar, sino que vienen de Su mano paternal”.1

Solo quiero enfatizar que Dios es soberano, pero no es el autor del pecado. Estamos bajo Su soberanía, pero seguimos siendo responsables por nuestras acciones.

La voluntad de Dios como una manera de vivir por Gerald Sittser.

La iglesia necesita personas que estén dispuestas a quedarse y con quienes se pueda contar a largo plazo. Mi temor es que de todas las opciones que las personas tienen hoy, la pregunta que no suelen considerar es: “¿Cómo puedo servir de una manera más efectiva y fructífera en la iglesia local?”. Me pregunto si la abundancia de oportunidades de explorar que tenemos actualmente está perjudicando nuestra misión de formar discípulos maduros y completos, y llevando a los cristianos a evitar la responsabilidad y el compromiso a largo plazo.

“Decidir” viene del latín decidere, que significa “eliminar”, lo que explica por qué es tan difícil decidir en estos días. No podemos siquiera pensar en eliminar algunas de nuestras opciones. Si elegimos la opción A, nos sentimos mal por no tener las opciones B, C y D. Por tanto, cada decisión se siente como algo peor que no tomar ninguna decisión. Y cuando sí tomamos una decisión importante, terminamos con remordimiento, pensando que tal vez debimos haber elegido de otra manera. O peor aún, terminamos viviendo en el sótano de nuestros padres de manera indefinida, mientras tratamos de conocernos a nosotros mismos y escuchar la voz de Dios. Nuestra libertad para hacer cualquier cosa o ir a cualquier lugar termina sintiéndose más como una esclavitud, porque las decisiones nos causan dolor, no placer.

Los asuntos más importantes para Él son la pureza moral, la sana doctrina, la compasión, el gozo, nuestro testimonio, la fidelidad, la hospitalidad, el amor, la adoración y la fe.

La sabiduría bíblica implica vivir una vida disciplinada y prudente en el temor del Señor.

Dios quiere que le contemplemos en Su gloria para ser transformados a Su semejanza (2Co 3:18). Si Dios nos resolviera todo, no tendríamos que confiar en Él ni aprender a deleitarnos en Su gloria. Dios dice: “No te voy a dar una bola de cristal. Te voy a dar Mi Palabra. Medita en ella; contémplame en ella; sé como Yo”.

Por eso el camino de la sabiduría es más que tomar una o dos decisiones grandes en la vida. El camino de la sabiduría es una manera de vivir.

Pero cuando hay una sobreabundancia de cristianos solteros que quieren casarse, hay un problema. Y los responsables de este problema son los hombres, cuya inmadurez, pasividad e indecisión están llevando a sus hormonas a los límites del dominio propio, retrasando su crecimiento y obligando a incontables mujeres a invertir tiempo y dinero en una carrera (que no es necesariamente malo) cuando ellas preferirían casarse y tener hijos. Hombres, si quieren casarse, encuentren a una joven piadosa, trátenla bien, hablen con sus padres, hagan la pregunta, caminen al altar y empiecen a tener bebés.

El problema con el mito de “la persona indicada” es que asume que el afecto es el cemento que mantiene unido al matrimonio, cuando en realidad es tu compromiso en el matrimonio lo que mantiene el afecto.

No es solo que estamos siempre inquietos y llenos de temor, sino que hemos espiritualizado nuestra inquietud y cobardía, tratando de hacer que parezca piedad en vez de pasividad.

Así que el fin del asunto es este: Vive para Dios. Obedece las Escrituras. Piensa en los demás antes que en ti mismo. Sé santo. Ama a Jesús. Y mientras hagas estas cosas, haz lo que quieras, con quien quieras, donde quieras, y estarás haciendo la voluntad de Dios.