No creía estar enamorada de él, pero habría sido incapaz de afirmar lo contrario. No tenía dudas de esto: necesitaba su compañía, lo quería a su lado, lo más cerca posible, y él no se resistía, para nada. Entonces, quizás, si alguien la hubiera obligado a decidir si estaba enamorada de él, ella habría dicho que sí, aunque solo fuera para justificar sus decisiones, siempre ligeramente ensombrecidas por las dudas, lo que suena medio mal, pero está bien, porque todo es así, todo tiene sombra.