¿No te parece sumamente práctico —añadió Harry— que cuando los hombres hacen las reglas, lo que más menosprecian es justamente lo que supondría la mayor amenaza para ellos? Imagínate si todas las mujeres solteras del mundo quisieran algo a cambio de ceder su cuerpo. Todas vosotras estaríais al mando. Como una revolución popular. Los únicos que podrían resistirse serían los hombres como yo. Y eso es lo último que quieren esos cabrones: un mundo gobernado por gente como tú y yo.