“En el principio, creó Dios los cielos y la tierra”. Estas palabras majestuosas inician el libro más traducido, más publicado y más leído de la historia. Recuerdo bien cuán profundamente me afectaron en la Nochebuena de 1968 cuando, como estudiante en la Universidad de Cambridge, las escuché leídas en directo por la tripulación del Apolo 8 mientras orbitaba la luna, ante el mundo que observaba por televisión.

