El niño que puentea la adaptación de la defensa de huida puede desviarse hasta desarrollar la respuesta de parálisis y volverse el “niño perdido”. Este niño escapa de su miedo resbalando cada vez más y más profundamente en la disociación. Aprende a dejar que el abuso verbal y emocional de sus padres le “entre por una oreja y salga por la otra”. No es raro para este tipo que involucionen en la adolescencia hasta hacerse adictos a substancias insensibilizantes como la marihuana, el alcohol, los opiáceos y otros “depresores”.

