Con sus 20 años de edad, 1.67 metros de estatura y 57 kilos de peso, demostraba que sus piernas giraban como potentes hélices y que a su cabeza nada la hacía tambalear. “Los campeones, explica Saldarriaga, siempre van adelante de su entrenador. Nairo se preocupó por saber cómo iba, cómo lo veía, qué tenía que perfeccionar. Los mejores tienen el gen de la ubicuidad, del discernimiento, de meterse en su realidad para poder mejorar”.