Llegar a la cima: La carrera de Nairo Quintana para llegar a lo más alto del ciclismo mundial
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Jesús Martín Barbero, el teórico de la comunicación, sentencia que gracias al melodrama regional ochentero, como Quieta Margarita o Caballo viejo, el colombiano descubrió cómo era el país. Y él mismo dice que fue gracias al ciclismo, a la Vuelta a Colombia, que conoció la geografía nacional, que Honda era un municipio de Tolima o que Pradera era Valle. Al paso de los ciclistas y las descripciones de los narradores, muchos igualmente comprendieron cómo vivía una región, a qué se dedicaban sus habitantes, qué cultivaban y cómo festejaban.
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El ciclismo es también un mapa de la vida. Reúne al solitario, al que trabaja en equipo, al guerrero, al peón, al ambicioso, al necesitado, al poderoso, al blanco, al mestizo, al de izquierda y al de derecha, al virtuoso, al indeseable y, lamentablemente, al tramposo. Cada uno ellos, a su manera, deja su versión en este deporte. El ciclismo es también historia.
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Con sus 20 años de edad, 1.67 metros de estatura y 57 kilos de peso, demostraba que sus piernas giraban como potentes hélices y que a su cabeza nada la hacía tambalear. “Los campeones, explica Saldarriaga, siempre van adelante de su entrenador. Nairo se preocupó por saber cómo iba, cómo lo veía, qué tenía que perfeccionar. Los mejores tienen el gen de la ubicuidad, del discernimiento, de meterse en su realidad para poder mejorar”.
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Mucha gente aún dentro de su ignorancia piensa que los colombianos no sabemos nada de Europa cuando venimos acá, y es al revés, son los europeos los que no conocen nada de Colombia. No estamos con taparrabos y chozas de paja. Y tenemos de todo y una gran oportunidad de crecer organizadamente en Colombia, con planificación”.