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y creo que finges odiar la felicidad para convencerte de que si tu vida tiene la apariencia de una vida infeliz es porque así lo has elegido, como si quisieras convencernos de que siempre has tenido el control de tu propia infelicidad, como si quisieras dar la impresión de que si tu vida ha sido tan dura es porque así lo has querido, porque te da asco el placer, porque detestas la alegría.
Pero construir tu masculinidad, deduzco, significaba también privarte de esa otra vida, de ese otro futuro, de ese otro destino social que los estudios habrían podido darte. La masculinidad te condenó a la pobreza, a la falta de dinero.
Nunca he visto a una familia que lo tenga todo ir a ver el mar para celebrar una decisión política, pues para ellos la política no cambia prácticamente nada. Me di cuenta cuando me fui a vivir a París, lejos de ti: las clases dominantes pueden quejarse de un gobierno de izquierdas, pueden quejarse de un gobierno de derechas, pero un gobierno nunca les causa problemas digestivos, un gobierno nunca les destroza la espalda, un gobierno nunca los lleva a ver el mar. La política no cambia sus vidas, o lo hace bastante poco. Esto también es curioso, ellos hacen la política, pero la política apenas
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