Y ahora viene la pregunta capciosa: ¿accionaríamos la palanca si eso supusiera que el tranvía nos arrollase a nosotros? A lo mejor somos utilitaristas cuando se trata de otras personas —hay que salvar cinco vidas—, pero deontológicos cuando se trata de sacrificarnos nosotros —no se puede matar en ningún caso—. Esto podría sugerir que no tenemos derecho ni a accionar la palanca ni a empujar a nadie. Como dice también Thomson, sería como robarle la cartera a otra persona para hacer un donativo a una ONG.